El programa empezó previsto para aulas de
informática educativas: una moneda educativa. En su principio, una frase
infantil, inquietante: Que tengan más dinero y durante más tiempo las personas
más buenas, las de mejores méritos sociales. De lo naïf a lo rudo real, el
programa ya puede fundar distribuciones de una moneda social o alternativa. Es
un programa php para servidores. Se usa accediendo al servidor con cualquier
navegador de Internet, y dispone de versión para pantallas de móvil.
Después de varios años de talleres y pruebas de
laboratorio está disponible desde enero de 2013, por iniciativa de Francisco
Ortega, creador, y José Carlos Cruz, programador. Puede descargarse de su
página oficial e instalarse en un propio servidor, o contactar para ser
alojados en esa misma página, abriendo en ella una ruta. Como si de un hotel se
tratase, del que se puede pedir un planta entera para alojar. Está concebido
para poblaciones próximas, personas que conviven razonablemente cerca. O que
trabajen o estudien cerca; una moneda para centros educativos o empresas.
Hay tres
decisiones fundacionales que conviene deliberar antes de echar a andar con él:
qué número estimado de personas lo usarán —y por tanto cuántas monedas tendrá
el tesoro total, la cantidad estanca con que se pretende trabajar—. Qué valores
axiológicos o pequeños comportamientos sociales cotidianos han de considerar
quienes lo usen: desde cinco hasta cincuenta frases; la máquina admite muchas
más frases, pero los humanos empezamos a embotarnos a partir de algunas
decenas, aunque no es necesario contestar todas esas frases, ni todos los días.
Y la tercera, cuántas personas tendrán acceso a la administración, si no fuera
una sola, y cómo se llamará la moneda.
En el
panorama de monedas sociales, electrónicas o de cualquier otro medio de pago
que no sea el oficial, KapitalTruth tiene algunas características novedosas:
que una vez instalado, la cantidad de monedas queda manifiesta, estanca, y en
monedas no divisibles. Que se consiguen gracias a estimaciones mutuas. No se
"oxidan". Tampoco están criptografiadas; dentro de tu máquina no hay
un monedero en ningún formato de tres letras: tienes el abstracto número
solamente, visto en tu navegador, y crece o mengua cuando compras, vendes o
ahorras.
KapitalTruth
es un programa centralizado, precisa de un humano que administre. Que no tiene
poder para mover cantidades ajenas, ni concederlas a nadie desde el tesoro
total. Tampoco sabe cómo se valoran humanamente entre sí el resto de personas,
ni el ítem concreto que alguien mereció para ganar una moneda, pero sí sabe
cuántas tiene cada quien. Hablando con Francisco Ortega dice que hubieran
preferido un automatismo total: una máquina de justicia como tal vez hubiera
gustado a Laplace, calculando en ciego silencio, dando a cada uno lo que es
suyo en razón de las mutuas opiniones humanas. Pero les pareció más pertinente
poner a alguien que administre: así certifica que los repartos son correctos, y
da de alta o baja a las personas usuarias. Las monedas no son anónimas, su
rastro es ahí trazable. Para evitar la tentación oligárquica o el voyeurismo
bancario, a las pantallas más sensibles de la administración se accede con
tantas contraseñas de acceso como administradores se hayan decidido
inicialmente. En KapitalTruth los nombres reales personales aparecen íntegros,
pero no hay fotografías ni avatares, para no juzgar a alguien por su imagen
sola.
Y un reto
curioso de KapitalTruth será ver cómo responderán otras sociedades, otras
latitudes de usos axiológicos y económicos diferentes.
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